viernes, 12 de octubre de 2012

La trampa del pensamiento positivo

"Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo" es el nuevo libro de Barbara Ehrenreich que publica Turner (272 páginas al precio de 20 euros).

¿Ha perdido su trabajo? Qué gran oportunidad de cambiar su trayectoria. ¿Tiene una grave enfermedad? Quizá a partir de hoy disfrute de su vida como nunca antes. ¿No le gusta su casa? Recorte de una revista el hogar soñado, mírelo a menudo y... pronto estará viviendo allí. O pida un préstamo y cómprese todo lo que desee. Y sobre todo, no deje de sonreír, agradecer a la vida sus regalos y sentirse lleno de optimismo.

Alguien tenía que decir ¡basta! Y ha sido Barbara Ehrenreich, aguda e incisiva, protestona y escéptica, quien diga que el pensamiento positivo, la psicología positiva y hasta la economía positiva son una dictadura, una broma de mal gusto y un peligro.
En este libro desmitificador y realista, Ehrenreich pasa revista a la influencia que esta corriente de pensamiento ha tenido en la sociedad, la economía y la vida privada la "moda positiva".

Para Ehrenreich esta filosofía también está en el origen del desbarajuste económico y financiero que ha provocado la crisis por la que atravesamos. "A principios de la década de 1980 hubo un cambio profundo en la cultura de las grandes empresas norteamericanas, consistente en abandonar la racionalidad de manera plenamente consciente. Todo lo que hasta entonces se había hecho: analizar los riesgos y estudiar las distintas opciones ya no servía, la palabra clave era carisma: las cualidades carismáticas del líder. Sobre este principio se creó una cultura del negocio que lleva a los empleados a retiros sobre el espiritualismo de los nativos americanos...". Y es que, para Ehrenreich, los líderes empresariales y financieros que nos han llevado a esta situación son gente que vive en otro mundo.

"No se puede tener una economía basada exclusivamente en el juego, ni tampoco es posible mantener una proporción tan alta de pobreza en la población. Está afectando profundamente al sistema. Simplemente hay que parar y razonar. ¿Cómo es posible que funcione el sistema si no hay consumidores? Se ha olvidado el principio básico de Henry Ford, que pensaba que cualquiera de sus empleados debería ser capaz de comprarse uno de sus coches para que realmente su negocio, basado en la producción en cadena, pudiera funcionar", así se expresaba la autora recientemente en Barcelona.

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