La propuesta del equipo de gobierno del ayuntamiento de “pintar” un carril bici en el puente Felipe VI, suprimiendo una de las aceras de peatones, es un anacronismo que pone en evidencia la escasa sensibilidad del consistorio en materia de movilidad sostenible. Este puente, rodeado de polémica desde su aprobación inicial, sufrió una paralización cautelar de los tribunales pues al parecer la Junta de Castilla y León “olvidó” elaborar una preceptiva declaración de impacto ambiental. Resultaba inexplicable un fallo tan garrafal que invalidaba de plano todo el proyecto. Finalmente el proyecto se desbloqueó y fue puesto en funcionamiento hace unas dos décadas.
Dicho puente es de pleno siglo XXI, y los carriles bicis eran una realidad en todo el mundo salvo en Salamanca, donde cada nueva infraestructura “olvidaba” con premeditación y obstinación, pues se exigía en las alegaciones del proyecto, un carril bici de obra. Como se planificó mal de entrada, ahora, que los carriles bicis son una obligación legal, impuesta por la legislación europea para combatir el cambio climático, el ayuntamiento se ve obligado a meter con calzador dicha infraestructura suprimiendo una acera peatonal.
La obligación de incorporar carriles bicis en el planeamiento urbano tiene una finalidad esencial: luchar contra el cambio climático, reducir la contaminación, el ruido y la siniestralidad
que provoca el tráfico de automóviles. Nunca puede servir para desincentivar el desplazamiento a pie, como es el caso, suprimiendo aceras o provocando conflictos entre peatones y ciclistas mientras los coches circulan alegremente saltándose los límites de velocidad, por un puente con viales propios de una autovía urbana. Resultado: carriles de coches, 4, carriles bici y aceras, 1. Creamos un puente de alta capacidad para llegar antes al atasco.
No estamos hablando de implantar un carril bici en un puente romano, sino en un viaducto del siglo XXI. Suprimir una acera es un anacronismo propio de políticos que nunca creyeron en la movilidad sostenible, a pesar de que utilicen perversamente dicho término con fines puramente propagandísticos, a la vez que contradice de plano toda la normativa europea en materia de cambio climático.
La finalidad de implantar un carril bici debe de ir ligada indisolublemente a desincentivar la utilización del automóvil individual. Es decir, que el carril bici se debe de instalar en detrimento del coche privado, suprimiendo, si no hubiera otra alternativa, espacio de la calzada en la que, por otra parte, se deber de priorizar el transporte colectivo, como sucede en el resto de la Europa de nuestro entorno.
ÁNGEL SÁNCHEZ CORRAL
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