El mismo día en que se cumplían 11 años de uno de los mayores desastres ecológicos que alguna vez han ocurrido en el planeta, se conocía la sentencia judicial contra los culpables de aquellos acontecimientos.
La mayor causa jamás instruida en España por un delito medioambiental, la catástrofe del Prestige, se resuelve con una única condena: la del anciano capitán del barco, el griego Apostolos Mangouras, por un delito de desobediencia grave a las autoridades españolas; ya que tardó tres horas en aceptar el remolque del buque, en apuros y vertiendo fuel, cuando sufrió el accidente frente a las costas gallegas.
Las reacciones de indignación se han sucedido en todos los ámbitos de la sociedad ya que ahora contaminar sale gratis y la Justicia, que ya se adjetivaba como lenta, ahora resulta que es ciega.
Pero, ¿qué sentencia podíamos esperar cuando quien dijo aquello de los inocentes e infantiles "hilillos de plastilina", entonces portavoz del Gobierno, es ahora Presidente de España?. Nunca hubo condena, ni juicio, sólo olvido.
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