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lunes, 6 de agosto de 2012

Propuesta para la reducción del gasto en la iluminación de las calles de Salamanca

El "Comité Antinuclear y Ecologista" considera que el Ayuntamiento de Salamanca, aunque la referencia bien podría valer para muchos otros municipios, debería emprender medidas encaminadas hacia la reducción del gasto en iluminación pública. Éstas redundarían en los presupuestos municipales, en el medio ambiente y en la salud de los habitantes.

Con Valencia a la cabeza, España gasta tres veces más que Alemania (por habitante) en la iluminación de las calles. Utilizar farolas más eficientes, regular distancias, apagarlas de madrugada... son las principales medidas que los expertos recomiendan para un país que, a pesar de la crisis, no escatima en este tipo de gasto.

El municipio de Salamanca, con prontitud, debería tener conocimiento concreto de su situación actual: detectando las vías sobreiluminadas (distancia entre farolas, intensidad de luminarias, eficiencia y horarios). En muchos de los lugares sobreiluminados se podría, a partir de ciertas horas de la noche, reducir o eliminar dicha iluminación (por supuesto habría que exceptuar puntos conflictivos -pasos de peatones, rotondas...-). También en muchos parques, jardines, pistas deportivas, etc, se podría apagar la luz a partir de, aproximadamente, las 11 de la noche. Los edificios iluminados, monumentos, puentes, edificios oficiales, se podrían apagar mucho antes de lo que se está haciendo. Además, el Ayuntamiento debería disponer de un mapa con los tipos de farolas según su eficiencia (bola, iluminación horizontal, con vidrio que reste intensidad...) y un control riguroso sobre el horario de iluminación en todas las calles ya que hemos detectado que en muchas ocasiones la luz se enciende antes del anochecer y se apaga después del amanecer. Aunque el gasto por luminaria sea pequeño, éste pequeño gasto multiplicado por 365 días al año por cientos o miles de luminarias suponen un despilfarro económico intolerable.


Tras conocer la situación de partida, el Ayuntamiento debe establecer criterios de actuación urgente que sean coherentes y encaminados a la reducción de la iluminación. Hoy en día podemos comprobar cómo las pistas deportivas del Puente Romano (cuatro focos) se apagan a las 11 de la noche, mientras que las canchas de baloncesto del Parque Picasso (muchos más focos) permanecen encendidas más allá de la medianoche; o cómo los chirimbolos de publicidad (muppis y otros) permanecen encendidos a lo largo de toda la noche; también sorprende que el Puente Príncipe de Asturias (sin ningún valor artístico o histórico) disponga de iluminación para sus arcos; o que el Puente de la Universidad (relativamente estrecho) tenga farolas a menos de diez metros y en los laterales (iluminando tanto el río como la vía). Un ejemplo de cómo nuestras autoridades han doblado la instalación de luminarias es el Puente Enrique Estevan, mientras que un ejemplo de reducción se encuentra en la antigua carretera de Madrid donde el Ayuntamiento de Santa Marta ha retirado una de cada dos luminarias sin consecuencias para la visibilidad.


Posteriormente deberían adoptarse criterios y normativas municipales en este ámbito de decisión de cara a futuras obras de urbanización contratadas desde el Ayuntamiento y también con el fin de regular la iluminación privada (comercial especialmente) o de concesiones.

En el ámbito europeo más cercano, Francia ya apaga todas las farolas entre medianoche y las seis de la madrugada -algo que ya se plantea acometer en Italia- y en Reino Unido ya se apagan las luces de las autopistas. Precisamente en este último país existe una ley estatal al respecto. En España a falta de legislación de rango nacional cabe destacar la Ley del Cielo, de 1988, existente en las Islas Canarias. Donde en el año 2007 se aprobó la Declaración de la Palma en Defensa de la Calidad del Cielo Nocturno y el Derecho a Observar las Estrellas.


El exceso de iluminación está provocando alteraciones en el medio ambiente (contaminación lumínica, ocultación de las estrellas, desorientación de aves, ciclos del plancton marino, fases reproductivas de insectos...) y en el ciclo biológico de las personas (alteración de melatonina y desajustes en el sueño, peor descanso, nerviosismo, falta de percepción de ocasos y amaneceres... incluso algunos estudios científicos asocian la contaminación lumínica con el cáncer de mama y la obesidad).


Extender el uso de lámparas de bajo consumo también es una medida de ahorro económico y energético, siempre que éstas hayan sido producidas de la forma más ecológica posible. Pero no por ello los ciudadanos debemos aspirar a una reducción de la factura eléctrica que soportan nuestros Ayuntamientos: sólo aspiramos a contenerla. El sistema eléctrico español es sumamente beneficioso para las compañías distribuidoras y comercializadoras, mientras los consumidores finales están permanente expuestos a nuevas subidas para paliar el denominado "déficit de tarifa" y próximamente para pagar una anterior congelación de la tarifa.

Por tanto, adoptar medidas en torno a la reducción de la iluminación pública, no sólo servirá para reducir el impacto que la iluminación y la producción de energía tienen en el medio ambiente, también es la mejor forma de afrontar el impacto económico que la luz tiene en cualquier presupuesto.

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